sábado, 9 de mayo de 2015

Ariel I

Ariel

Mi ipod, mi playlist, pantalón negro, jersey negro de cuello alto, una gabardina con el forro vino tinto. Nunca cambio de atuendo, da igual si es verano, mi cuerpo es inmune a los cambios de temperatura. Debajo de mi gabardina siempre llevo a mis dos únicos amigos, Dos Sai, simplemente me enamoré cuando me los presentaron durante mi adiestramiento, me llamo Ariel, así me bautizaron. Hace 94 años fui asignado a la región 6 en Sudamérica, a luchar día tras día una guerra más que milenaria, una guerra infinita.

El mundo tiene 194 regiones, y cada región tiene 5 guardianes, cada guardián tiene un vigía, el mío se llama Lázaro, un vigía es un guardián retirado, después de 500 años siendo parte de ésta hipocresía es utilizado por sus conocimientos, su actitud en batalla para asesorar a los nuevos guardianes, es a lo máximo que podemos aspirar los guardianes, 500 años asesinando para continuar otros 500 más asesorando a otros asesinos. Es la rueda de nuestra vida.

Puedo sentir su nauseabundo aroma a kilómetros, con el pasar de los años me he ido haciendo una fama, guardián implacable, león de Dios, verdugo de los desterrados.

Hola Señoritas ¿parecen perdidas? les digo con una sonrisa burlona.

Que rico un guardián...

Bla, bla, bla, bla, siempre con la misma estupidez, sólo son trozos de mierda descerebradas, les interrumpo y los miro con lástima.

Con vehemencia empiezan su ataque, los esquivo burlándome, son tan tontos y lentos. Doy un salto hacía atrás y burlándome les digo:

Hagamos esto más entretenido, voy a luchar sin utilizar mis manos, a lo mejor así son capaces de representar un desafío.

De su espalda sacan huesos afilados con la intención de acabar conmigo.

!Uy! Que miedo, les digo temblando y burlándome.   

Vuelven con gruñidos y ferocidad su fútil ataque. Es un baile para mi, una coreografía, una danza esquivarlos.

Que fracasado los ha entrenado, les digo mientras los esquivo.

De una patada en la barbilla y un cabezazo los dejo tirados en el suelo. Me acerco a uno de ellos y al oído le susurro.

Dile a tu jefe que los manda Ariel de regreso al averno, desterrado de mierda.

Con destreza saco mis Sais y se los clavo en el cráneo.

Esto se hace cada vez más aburrido, me digo y me marcho.

Cada desterrado asesinado por un guardián no puede volver a entrar en el plano terrenal, es devuelto a la oscuridad del averno. No somos exorcistas, sólo podemos asesinar a los desterrados que aún no entran en el plano terrenal, los humanos son envoltorios, carcasas, trozos de carne manipulables... no estamos en éste mundo para salvar a los humanos.

Lázaro

No ha estado muy movida la semana, le digo sentado en un taburete en su jardín.

Lot me ha dicho que en la parte noreste de la región 6 han cazado 15 desterrados en dos días...

Parece que me tienen miedo, le interrumpo riéndome.

Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; pero con los humildes está la sabiduría amigo mío , me aconseja.

No es soberbia Lázaro, ayer he cazado a dos desterrados y me han durado menos de un minuto... no representan ningún reto para mi, le digo.

Cada caza puede ser la última amigo mío, siempre ten cuidado, no vaciles, recuerda que tu rival no dudaría en asesinarte, me aconseja.

Pensar que tengo que seguir haciendo ésta mierda durante un siglo y algo más me arruina... es una guerra que nunca vamos a ganar, le digo cansado.

Mientras siga existiendo la maldad en el mundo Ariel, es nuestro destino, me dice.

Ya, ya, ya, ya, le digo tras un resoplido.

¿Te quedas a cenar? Me pregunta.

No, voy a moverme por el centro a ver si encuentro algo, ya comeré algo por ahí, nos vemos Lázaro.

Ten cuidado, me dice y me da un fuerte abrazo, como si fuese el último.

Podría saltar de tejado en tejado, pero a diferencia de los desterrados nosotros podemos interactuar con los humanos, hablar con ellos, pero nunca conocerlos, es la parte más horrible de nuestro destino, ser testigo de infinidad de sensaciones o sentimientos y no poder sentirlas o ser parte de ello. Los humanos no pueden ver a un desterrado en su estado natural como nosotros, ellos viven en las sombras, en la oscuridad, no tienen contacto directo.

Conduzco un AC Shelby Cobra, lo compré en los 70 si mi mente no me falla.

Me detengo en el puesto con las hamburguesas con queso más deliciosas de la ciudad, llevo viniendo a éste sitio 35 años, un puesto viejo de madera en la esquina de una calle, con éste puesto empezó la cadena que tiene 6 restaurantes en toda la ciudad.

Me apoyo en el capó de mi cobra y pongo la radio, Close to you empieza a sonar en mi radio,  disfruto de cada bocado de mi hamburguesa, cuestionándome, sintiéndome tan solo, las personas pasan y pasan indiferentes a las batallas que se libran en la oscuridad. Se hace de noche, otro día más que se acaba. De repente el olor de varios desterrados azota mi nariz y tiro la hamburguesa al suelo asqueado, me subo a mi cobra y como un radar empiezo a buscar la fuente de esa pestilencia.

Gritos de desesperación, de horror, de miedo golpean mis oídos, el olor cada vez es más fuerte.

No, no, no, es imposible, me digo mientras observo como 3 desterrados persiguen enloquecidos a una pobre muchacha.

Empiezo a correr repitiéndome:

No pueden interactuar con los humanos si no es por medio de una posesión.

De un salto los adelanto y me pongo delante de la aterrorizada muchacha que llora asustada escondida en un rincón.

Ayúdeme por favor, ayúdeme, me grita horrorizada.

Giro mi rostro y la miro extrañado.

Éste mundo no les pertenece escorias, les digo y los miro con ira.

No dudan en atacarme, tan patéticos, me muevo como el viento y a dos les corto el cuello y al otro lo sujeto contra suelo con mi rodilla en la nuca.

¿Quién es tu comandante? le pregunto mientras le presiono el rostro contra el suelo.

Gruñidos y risas salen de su boca.

Me lo vas a decir desterrado de mierda, le digo y le dibujo una cruz en la espalda.

Gritos de dolor y como su carne corrupta se va quemando poco a poco.

Eres duro eh cabroncete, le digo burlándome y vuelvo a tatuarle otra cruz en la espalda con la hoja de mi sai.

Entre sus gritos de dolor puedo distinguir Azazel.

Soy Ariel, seguro has oído hablar de mí, le digo y le clavo mi sai en la cabeza.


Regreso mi vista atrás y ahí está la pobre muchacha, desmayada, inconsciente en una esquina, la levanto en mis brazos, confundido le miro el rostro pensando ¿Por qué 3 desterrados sin posesión iban detrás de ella? ¿Quién eres?

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